Es irrelevante que lo haya conocido en
mayor medida a través de sus fallos, de
sus reflexiones o de sus libros. Porque la coherencia también acompañó a sus señales
y gestos, y aún a los cambios de criterio que la dinámica de su amado País
exigían.
Como cuando calificó
como una “celada” a la ley de intangibilidad de los depósitos previa a su
acorralamiento y pesificación, para concluir en que la imposición de Boden no
era jurídicamente válida como sí lo había sido a su criterio la de los Bonex,
derivación del fallo “Peralta” que Ud.
redactó en una conyuntura del país y del sistema financiero diferentes.
Y así se desató la
ira del gobierno provisional de Duhalde,
que lo recusó sin éxito con argumentos demasiado pueriles.
Porque Usted defendía a
capa y espada a sus convicciones, de la misma manera en que lo había hecho con
sus disidencias contra los decretos de
Menem, disipando así cualquier suspicacia sobre algún inexistente
involucramiento en la contienda.
Esa independencia de la
Justicia que siempre defendió, como pilar fundamental del sistema
republicano, iba más allá de que sus
votos tradujeran a sus posturas en
éxitos o fracasos, resultados a quienes no dudaba en calificar como “los
dos más grandes impostores…”
Y así fue como fiel a
sus palabras, jamás renegó de su destino emparentado con ser ejemplo de
honestidad, sabiduría y valor al momento
de decidir, aunque más no fuera vertiendo “una gota de cordura en medio de un
mar de locura”.
A esa muralla
inquebrantable que levantó a través de la razón, también intentaron derribarla
los dos últimos presidentes y sus aduladores . Porque Néstor Kirchner, a días
de asumir, inició en Usted la persecución a los miembros de la Corte, bajo la
mendaz excusa de que lo estaban extorsionando con un fallo dolarizador, para
tener que virar en su discurso destituyente hacia la caza de otros Ministros,
utilizando otras causales absurdas.
Tan infructuoso pero
mucho más indignante, fue el ataque a su
lucidez por parte de Cristina Fernandez con otra parodia de Juicio
Político que se abortó apenas concebida, desatino que culminó con Carlos Kunkel
condenado por el INADI al discriminarlo a raíz de su edad, en lo que fue mi
pequeño logro y homenaje en la última etapa de su vida pública, de la que se despidió con una renuncia que
fue más que eso: fue su última obra maestra…
Querido Doctor Fayt:
ante el gran honor de haberlo
conocido, mis palabras resultan
insignificantes. Y justamente allí es donde cabe un único reproche: el que su
humilde grandeza, haga sentir tan pequeños a aquellos que tuvimos semejante
privilegio.
Hasta siempre…
Fabián Bergenfeld